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asalariado de un personaje, de una dinastía, de uná corporación, de un partido, de una bandería; mantene- dor fanático y predestinado encarnador de una escuela, de un sistema y de una secta; y no hay por tanto auto- ridad alguna dentro del recinto en que viven, capáz de hacerlos variar de criterio; hasta la muerie seguirán re- pitiendo: «en el testimonio de los historiadores no pue- de, hoy por hoy, apoyarse el hombre cuerdo y honrado. » «Ya Montesquieu (agregan enfáticamente) dijo de Vol- taire: «Nunca escribirá una buena historia, porque es como los frailes que no escriben para el asunto de que »tratan sino para la gloria de su orden. Voltaire escri- »bió para.su convento.» Estas palabras en boca de un publicista, que floreció hace más de cien años, son cen- surables y denuncian al hombre osado y de mala fé que quiere ignorar que existieron Religiosos (solamen- te en España, Mariano, Masdeu, Rivadaneyra, Yepes, Roa, Sigienza y otros muchos) que ni escribieron con preferencia sobre asuntos de su orden, ni exclusiva- mente para gloria de su convento; pero en boca de quienes blasonan de católicos y, sobre todo, de Sacer- dotes y Religiosos, además de merecedoras de la pal- meta del Domine, indignas son de perdón, No; el historiador que esos intelectuales se han for- jado en su magín podrá llamarse revistero, gacetillero, re- pórter, cronista del distrito electoral de Marchamala, co- rresponsal de la Correspondencia de España, periodista adocenado y del día, pero no historiador de pura raza, de vocación, de conciencia; aquél anda siempre en las lagunas, en el fango, como las cigileñas, cazando, reco- giendo, contando y describiendo, entiéndase bien, alimañas y sabandijas, no matándolas y enterrándolas, si no exhi- biéndolas con fruición para que los necios y corrompi- dos se regodeen y sacien sus apetitos bestiales; este re- móntase como las águil:s; y si como la oficiosa abeja tie- ne que libar en montes y jardines, donde hay plantas y flores impuras y venenosas, dáse traza para ofrecer el pa-