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— Y — rece sino que quiso dar á entender al santo Apóstol, que la prueba más convincente de su amor al Divino Maestro sería su solicitud por apacentar y dirigir por el camino del cielo á las almas que dejaba á su cuida- do. Por eso, comentando este pasaje del Evangelio, dice San Crisóstomo: Poterat dicere, si tu me amas, abjice pecunias, jejunia exerce, Super humum dormi, macera te laboribus. Podía el Señor haber dicho á San Pedro: Si me amas de verdad, desprecia el dinero, practi a muchos ayunos, duerme sobre la dura herra, castiga tu cuerpo con austeridades. Pero no; como prenda de su amor le exige que trabaje por la salva- ción de las almas. 0 No hay prueba ni señal más convincente, dice Sar Agustín, del amor que profesamos al Señor, como un verdadero celo por la salvación de las almas, tanto que asegura el Santo Doctor, que el que no es celoso por las almas, no ama á Dios. Ergo qui non zelat, non amat. En ninguna otra cosa, dice el mismo San Crisóstomo, conoce Dios mejor la fidelidad de una alma, como en verla procurarel bien de los prójimos. Pero aún es más; la conversión de una sola alma, nos dice el mismo Padre y Doctor, agrada más al Se- nor que el acto de distribuir su hacienda entre los pobres, aunque fuera más cuantiosa que las riquezas de Salomón y los tesoros de Creso. Etsi inmensas pe- cunias pauperibus eroges, plus tamen efficeris, si unam converteris animan. Mayor prodigio es, dice San Gregorio, convertir á un pecador con la predica- ción y con el socorro de la oración, que resucitar un muerto. Majus est miraculum predicationis verbo, atque oration1s peccatorem convertere, quám carne mortuum resuscitare. Bien nos persuade de esto el mismo Salvador en las parábolas de la dracma perdi- da y de la oveja descarriada. Parece, dice el Angélico Doctor, que del hallazgo de esa única alma depende su bienestar eterno, ó que sin ella no pudiera ser eter-

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