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mo Dios nos dice por las | scrituras, que de los Sacer- dotes depende la salvación de ellas. Vos estis Presby- teri in povulo Di t, el ex vobis pendel anima illorum. Judith. 8.) Para esto se te dió en el acto mismo de la ordenación la admirable potestad, propia sólo de Dios, de perdonar pecados á los que hubiesen incurri- do enellos. Ac: ipite Spiritu Sanctum, quorum re- misseritis peccata, ete. (Joan. 20, 93.) Y para evitar que las almas fuesen manchadas con el pecado, fuiste condecorado con el más sublime y más divino de to- dos los oficios, que es el de cooperar en la conversión de las almas, celando en todo tiempo y lugar por la honra de Dios, administrando sis intereses, como dice San Agustín. Korum, que Dei sunt, administratores. 1hora bien; si tu oficio es el de ser ministroó cria- do del mismo Dios en el ministerio de ganar almas, y por otra parte los más preciados intereses de Je ús son las mismas almas, ¡¿celas tú debidamente por la honra de tu Señor? ¿Sientes tú cuando Dios es ofen- dido por tantas al: Trabajas tú por evitar esas ofensas? ¿Qué dirías de un criado que viendo que se maltrataba é injuriaba gravemente á su amo, no ha- blase una palabra, ni-se atreviese á salir á su defensa? ¿No es verdad que ese amo trataría, con sobrada ra- 7ón, de mal siervo al que tan poco sintiese las ofensas de su Señor? ¿No es verdad que justamente podría quejarse de mantener en su casa á un siervo que tan mal desempeñase su oficio de criado? Pues pondera que cuándo uno peca, injuria gravemente á Dios, que es tu Señor, v según San Pablo, vuelve á crucificarle. Rursus crucifigentes filium Dei. (Hebr. VI. 6.) Si por otra parte como ministro del Señor tu principal deber es velar por sus intereses, que son las almas, ¿procu- ras tú preservarlas del poder de sus enemigos? Y cuando por el pecado son presa de ellos ¿te interesas tá vivamente para que salgán de ese estado? ¿Acudes con fervor y constancia á la oración, intercediendo Y

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