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Los cilicios, como lo ordenase tu Director; pero si los dejase á tu arbitrio, usarás dos cada día, dos horas por la mañana, é igual tiempo á la tarde. Las cuaresmas de precepto, el Adviento, y los viernes y sábados, y otros días clásicos, como visperas de festividades de Cristo y su bendita Madre sólo te los quitarás para dormir. Las disciplinas serán al menos una cada día. Los viernes, los días de ejercicios espirituales, las cuaresmas y vigilias de las dichas solemnidades, tres; los sábados y otras no tan clásicas fiestas, dos; y esto prescindiendo de las de Comunidad. En tiempo de fríos, no buscarás ni tomarás el alivio del fuego; en beber el agua serás moderado, y el sueño, el que res- tase después de evacuar cuanto esté á tu cargo, y á las horas de oración. Estas serán lo menos tres, sobre las cornunes, y en ellas pondrás el mayor cuidado para ahuyentar las distracciones, el sueño y la pereza. En- tiende, que sin oración no hay ni devoción ni espíri- tu ni perfección. Antes de recogerte por la noche, harás el ejerci- cio de la muerte; en las siestas meditarás un. rato que vas á recibir por viático el Santísimo Cuerpo de Jesucristo; te encomendarás el alma y ayudarás á bien morir. Para celebrar el tremendo sacrificio de la Misa, te dispondrás con el mayor fervor que pue- das, gastando el tiempo posible en oración y medi- tación, sirviéndote para esto del libro intitulado, «Molina de Sacerdotes». Ningún día dejarás de celebrar pudiendo hacerlo, precediendo la Sacramen- tal confesión, y en la acción de gracias serás exac- tisimo, empleando en ella el tiempo que las ocurrencias permitan. Todas las semanas harás una vez los ejer- cicios de la Madre Antigua, jueves y viernes en la no- che. Tu predicación, cuando la ejercitaras, será siem- pre con el fin de convertir las almas, ejecutándola en las plazas públicas y empezándola por la explicación de la doctrina cristiana, siguiéndola en combatir los

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