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— 16— con Dios, para oir sin confusión sus voces, y entender bien cual sea sobre tí su voluntad, que por este ó aquel camino, á esto mira sanctificatio tua. sara lograrla según los designios de tu Criador, tendrás siempre presente los consejos del Evangelio, que para tí son ya preceptos, y para no olvidarlos te impondrás la ley de leerlosá menudo, y con más fre- cuencia tu Regla, que es su breve compendio. Te ejer- citarás en todas las virtudes, trabajando cuidadosa- mente en adquirirlas con orden, buscando en todo tu aprovechamiento y la gloria de Dios y de su Santísima Madre, en cuyas manos pondrás el empeño de este grave negocio, como la menor de tus operaciones, dis- tribuirás tu tiempo con prudente economía, en loables, útiles ejercicios, procurando estar siempre ocupado en Dios, por Dios y para Dios, en cuanto lo sufra la humana fragilidad. En la obediencia serás tan rendido, sumiso y pronto, que no sólo obedecerás con la voluntad, sino con el entendimiento; no sólo á tus Prelados, sino 4 cuantos te manden, sea quien fuere; y por repugnante que t sea lo que se mande, has de cerrar los ojos, oidos y boca, y obedecer con pies, manos y cabeza. En la pobreza, ha de ser tu esmero imitar en lo po- sible 4 tu glorioso Padre San Francisco, esforzándote á carecer aun de lo necesarioá la vida: No has de tener otras alhajas que las que concede la Regla: un pobre pañuelo, unas pobres suelas, un hábito y manto siem- pre viejo y remendado, iguales paños menores y cuer- da: un Breviario sin diurno ni semanero, el Crucifijo, las disciplinas, cilicios é instrumentos de penitencia que te concedan. En la celda no tendrás más que unas tablas, y mantas viejas, y almohada de paja, algunos libros de la librería común, los papeles de tus apun- taciones y sermones, unas tijeras ordinarias, una agu- ja y algún hilo para remendarte, un poco de papel, un tintero basto sin salvadera, una ó dos plumas, unos

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