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50 el Santo Dios 6 un cántico á la Divina Pastora, durante el cual, el P. Misionero encargado del sermón. reza de rodillas el Munda cor meum en la grada del altar mayor, toma el Crucifijo y se dirige al púlpito, y colocando el Santo Cristo en el lugar que ocupa de ordinario, espera arro- dillado á que el pueblo termine de cantar. Al concluirse el cántico, se quita el manto, se le- vanta, y dirigiéndose al pueblo dice con voz clara: Sea ante todas las cosas, etc., terminando de rodillas esta jaculatoria. Se levanta de nue- yo, se pone el capucho con ambas manos, se signa y santigua, y colocadas éstas en las man- gas, recita el texto; después se descubre, y po- niendo las manos sobre el púlpito, saluda al Clero, á las autoridades, si asisten en Corpora- ción, y al pueblo, y comienza el sermón que debe durar tres cuartos de hora ó poco más. Estos sermones morales siempre deben ter- minarse con un ferviente y tierno acto de contrición, teniendo el Crucifijo en la mano. Procuren los Misioneros enfervorizarse ellos primero, para que este acto resulte espontá- neo y se muevan á compunción sus oyentes. Inmediatamente después de haberse terminado el sermón, se entona el Perdón ¡oh Dios mío!;
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