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— 1% — Pues qué diré del gran bien. que de esto se sigue á lasalmas de nuestros prójimos, que tanto le costa- ron á nuestro Redentor Jesucristo? Eso más es para la admiración, que para poderlo explicar con la lengua, ó con la pluma. Diganlo los que han acompañado en la Misión, que al verlo, todos al principio quedaron asombrados de ver tanta miseria como hay en el Pue- blo Cristiano, la facilidad con que ésta se descubre en la Misión, y en ella se remedia, que no habían imagi- nado antes que tal hubiera y sucediera En lugar estuve en que todo el pueblo pasó muestra por mí, y no pienso que hallé siquiera uno en gracia de Dios, y que hallé todos los que estaban en él, callando peca- dos en la confesión por verguenza, y fueron tantos como vecinos tenía; y á lo menos por entonces, todos quedaron con la Misión sin este embarazo, y con gran- des pintas de quedar en gracia de su Divina Majestad. Muchísimos días me ha sucedido casi no hacer otro género de confesiones, sino de estas de callar en la confesión pecados por vergitenza, de que como tengo dicho, he cogido en toda mi vida como unas setenta mil. Y si pudiera proseguir con más Misión siquiera otros seis años (según la expedición que ya le había tomado, con tantos años de experiencia) no dudo que cumpliera hasta cien mil. El mayor dolor con que muero es, que de tan lamentable necesidad no tienen noticia los hombres doctos; y así perecen innumera- bles almas cristianas, antes ni aún lo quieren creer. Mas lo que se remedia en: la Misión en los demás géneros de pecadores, de amancebados, de odiados, de escandalosos, de perdidos, que no habían confe- sado en toda su vida, de rameras, de casados, muchas veces, de bandoleros, salteadores, de asesinos y deses- perados, etc. Esto, Dios es el que lo puede ajustar. En lugar estuve, que llegó á tanto su desdicha, que ni por la jurisdicción temporal, ni espiritual, se le ha- llaba remedio. En anocheciendo, la justicia no se atre-

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