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— 101 — mación y diciéndole: Yo te apartaré de mi, porque has robado mi autoridad para procurarte tu aplauso. Considera, que la predicación, según San Francisco de Sales, es la publicación y declaración de la volun- tad de Dios, intimada á los hombres por aquel que legítimamente es enviado, á fin de instruirlos y mo verlos á servir á Su Divina Majestad en este mundo, para que sean salvos en el otro. Para conseguir este excelente y elevado objeto, es de todo punto indispen- sable, dice San Gregorio, que el predicador descienda en su predicación á las necesidades y condición de $us oyentes, acomodando su instrucción al alcance de los ignorantes, no sea que mientras predica cosas ele- vadas y que no han de aprovechar á los pequeñuelos é ignorantes, haga ostentación de sí mismo más que provecho en los prójimos. Debet ad infirmitatem au- dientium, semetipsum contrahendo, descendere: ne dum parvis sublimia, et idcirco non profutura loqui- tur, se magis curet ostendere quám auditoribus pro- desse. Cuando con la corneta se da una señal indefinida é incierta, diceel Apóstol San Pablo á los de Corinto, nadie se prepara para la guerra. Pues así sucederá con vosotros si no habláis claro y al alcance de vuestros oyentes; nadie os entenderá; seréis como quien habla al aire. Eritis enim in aera loquentes. (1. Cor. XIV. 9.) Y basta que el predicador se deje arrastrar de tan re- prensible vanidad para que no fructifique la divina pa- labra por abusar de su ministerio y no aplicar al fin para que Dios lo dió al Sacerdote. Perdam sapientiam sapientium. (1. Cor. I. 19.) Confundirá el Señor, nos dice por el Apóstol, la sabiduria de los sabios según el mundo. Si todo se va en componer las hojas por el bien parecer, dice San Ambrosio, se malogrará el fru- to que se debiera procurar. Qui luxuriat in flore ser- monis, tenuatur et hebetatur in fructu. ¡Oh! ¡si los predicadores tratáramos mucho con Dios en la ora-

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