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MEDITACIÓN SEXTA Cuán premiado será en el cielo el Misionero que procura la salvación de las almas PRELUDIO: Figúrate á Jesús con deslumbrad ra corona en sus manos y que alentándote á sufrir las fatigas de tu ministerio, te dice: Trabaja ahora y fatígate, porque en el cielo tendrás para siempre imtas coronas com atmas me hayas ganado. Considera, que es promesa de Dios, y antes faltarán los cielos y la tierra que deje de cumplirse un ápice de sus palabras. Los que enseñen á otros el camino de la justicia, nos dice el Profeta Daniel, resplandecerán como estrellas en perpetuas eternidades. Qui ad justi- tiam erudiunt multos. quasi stelle in perpetuas «etey- nitates. (Dan. XII. 3.) Los Misioneros y los que se han dedicado á la salvación de las almas, como explica San Jerónimo, no sólo resucitarán como los demás justos para poseer la vida eterna, sino que resplande- cerán en la gloria, como el cielo estrellado resplan- dece en el mundo. En efecto; si el que libra á un hombre de la muerte temporal, dice San Gregorio, me- rece un gran premio ¿cuánto mayor lo merecerá el que libre una alma de la muerte elerna y le procure una felicidad sin fin? Por eso, nos asegura nuestro Divino Salvador por San Mateo, que los que se dedi- can á enseñar á las almas el camino del cielo, serán los grandes en su reino. Qui fecerit et docuerit, hic mag- nus vocabitur in Regno colorum, (Matth. V. 19.) El Apóstol San Pablo fundaba la esperanza de su coro- na eterna en la salvación de aquellas almasá quienes él había convertido á Dios, confiando que ellas le procu- rarían un grande premio en la otra vida. Que est enim

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