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E bajar por las almas, porque haciendo esto, salvarás tu alma y la de tus oyentes. Escrito está que los miseri- cordiosos alcanzarán misericordia. Beati misericor- des, quontam ipsi misericordiam consequentur. (Matth. V. 7.) Ahora bien, ¿quién ejerce mayor acto de mise- ricordia que el que trabaja en el ministerio de salvar almas? Habiendo Jonatás salvado á los Israelitas de las ma- nos de los Filisteos con aquella victoria que con tanto peligro suyo alcanzó, fué después condenado á muerte por su padre Saúl por haber infringido un mandato suyo. Pero el Pueblo se puso á clamar: ¿Ergone Jona- thas morietur, qui fecit salutem hanc magnam in ls- rael? (1. Reg. XIV. 45.) ¿Queréis matar á Jonatás después que ha salvado á Israel? Y diciendo esto, con- siguieron el perdón. Esto mismo puede esperar con razón un Sacerdote que con sus fatigas ha salvado muchas almas. Acudirán éstas en.el día de su muerte al Divino Juez, y le dirán: ¿Cómo, Señor, queréis en- viar al infierno al que nos ha librado de él? Y el Señor, más misericordioso que Saúl, ¿negará el perdón al Sacerdote por quien ruegan aquellas almas tan ama- das suyas? . Nuestro Divino Salyador nos dice por San Juan, que ninguno manifiesta mayor caridad para con el próji- mo, como el que expone su alma por la salvación de las demás. Majorem hac dilectionem hemo habet, ut animam suam ponat quis pro amicis suis. (Joan. XV. 13.) ¿Quién, pués, tendrá más derecho á ser socorrido que el Misionero, el Predicador y Confesor, que indu- dablemente han tenido que pasar no pocas veces por algunos peligros de su propia alma por salvar la de sus prójimos? ¡Oh qué dulce motivo de consuelo y de confianza será para un Misionero celoso, el ver que con su celo ha conseguido la salvación de muchas almas! Lejos de poner á peligro su salvación, será prenda de predestinación el ministerio que con;celo

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