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EL LAGO DE GENESARET Bajo la luz de la mañana el lago ardía. Viste el lago un azul nuevo y purísimo. En la loma, acostada, Tiberíades mirándonos estaba. La mirarnos. Después, al horizonte volaron como pájaros quince miradas, abarcándolo, curiosas. Vacío el barco esperándonos estaba. Subirnos a cubierta. Parte. Y el corazón se rompe de ternura. Canta la boca. Aquí Jesús estuvo. Aquí, posiblemente, el esquema soñó de su futuro reino. Y adoctrinó a las gentes que le estaban en la orilla aguardando para oirle. Y se durmió en mitad de la tormenta porque suyo era el lago y sus locuras. Aquí a San Pedro, náufrago de dudas, salvó del turbulento abismo de las olas. Y pronunció los nombres de los doce que serían discípulos y amigos. Aquí encendió unas brasas, en la orilla, y comió con los suyos el almuerzo de la amistad, resucitado. De Jesús en el lago sólo queda una invisible nube de nostalgia que de nosotros fluye y se desprende. El lago está llorando desde siglos la larga ausencia de Jesús. Resucitó. Se fue. El mundo ahora es su barca. Nos vamos acercando a la otra orilla donde Cafarnaún seco y marchito bajo un sol implacable acuna el sueño de sus ruinas muertas. Za.Jta.goza 24.8.1986 17
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