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aca Y mas la toma y se la pone sobre el hombro iz- quierdo. En la quinta estación, otra joven hace de Cirineo, ayudándole por detrás á llevar la Cruz. En la tercera, séptima y novena, se postra, y la que va de Cirineo le sostiene la Cruz, como se ha dicho de la que en el refectorio hace esta penitencia. A la duodécima estación, el Cirineo toma la Cruz y la pone derecha, y la que la lleva extiende los brazos subre ella. Terminada la es- tación, se la pone otra vez sobre el hombro. Después de concluido el ejercicio, el Cirineo to- ma la Cruz y la coloca en su lugar y la que la ha llevado, se arrodilla delante de la Superiora y besando en tierra dice humildemente: Sea por amor de Dios, y va a quitarse la corona, etc. Se advierte que lau que lleva la Cruz, siempre ha de procurar (en cuunto sea posible) ir la primera después de las Acólitas. 93. Estas son las penitencias mayores que pueden imponerse en el refectorio, y á ellas se reducen otras menores, como privación de un plato, de postre, rezar tales ó cuales preces con lo3 brazos en cruz y otras semejantes, las cuales no exigen ceremonia alguna particular; ni en ellas debe usarse instrumento, traste, etc., aun- que sea con pretexto de humillación de la reli- giosa. 94. Por tanto, no se introduzcan ni usen pe- nitencias ridículas y repugnantes á la educación y urbanidad practicada hoy entre los buenos Re- ligiosos y Religiosas de la Orden, y atiéndase, sube todo, á la mortificación interior, á la ex- tirpación del amor propio, susceptibilidad, or- gullo, vanagloria y egoismo. Y guárdense las Superioras de exigir de sus súbditas penitencias que piden una violencia moral para ciertas per- sonas Casi heróica y generalmente extraordina- ría, coutra una legitima y laudable repugnan- cia natural, como usar de cuchara que ha toca- do la boca de otra religiosa y no ha sido antes formalmente lavada en agua caliente, ó comer

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