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CAPÍTULO II De las Horas canónicas en particular 1.—De Maitines y Laudes 174. En nuestra Congregación, hasta el pre- sente día, en general, se ha conservado la santa y laudable costumbre de levantarse á media no - che para cantar las divinas alabanzas en coro común, y para poder restablecerla de nuevo donde había caído en desuso, la decretó sapien- tísimamente el novísimo Capítulo general. 175. Ala hora establecida despiértese á las hermanas, vayan al coro con silencio, prepáren- se para alabar á Dios y estén todas al principiar el divino Oficio. La acólita ó hermana destinada al efecto por la Superiora, encienda las luces con puntualidad. 176. Al último toque de la campana, á la se- ñal de la Superiora, se levantan, y vueltas mu- tuamente, dicen en secreto Pater, Ave y Credo: la Hebdomadaria, con la debida gravedad y de- voción canta, Dómine labia mea, elc., y Deus in adjutorium meum, etc., respondiendo todo el coro: Et os meum, etc., y Dómine adjuvan- dum, etc. 177. Después, las acólitas dicen en alta voz el Invitatorio, repitiendo lo mismo el coro, y lue- go el salmo Venile exultemus, guardando todo lo ya notado. 178. Dicho el himno por el coro, la primera acólita dice la primera antífona, observando to- do lo que ya se ha dicho, y al punto, la Superio- ra del primer coro empieza el salmo. 179. Las antífonas se alternan por las ácóli- tas (como queda dicho), los salmos por los dos EE después del último salmo del nocturno, repetida la antífona por una de las acólitas, las dos juntas dicen el y)., al que todas responde-

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