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virtuosa que sea, se la desprecia desde luego y no agrada el oirla. Tal vez dirá alguna que la santidad y virtud no consisten en esas ceremo- nias: pero es cierto que la urbanidad ayuda y fomenta la caridad, y no se puede negar que una religiosa sin urbanidad, por más virtuosa que sea, al cometer alguna grosería, como es consiguiente, provoca á risa y desprecio, y pier- de en todo ó en parte el fruto que de otro modo pudiera hacer. Ejemplo tenemos en N. S, P. San Francisco que con su trato dulce y agradable, se captaba la voluntad de todos: y San Buena- ventura dedica el libro titulado «Espejo de los novicios», á tratar muy en particular de esta in- teresante materia. 580. Empezando por el modo de tratar á las personas, debe atenderse á su edad y dignidad, tratando á las Superioras y Madres antiguas con mucho respeto, y especialmente las que no han cumplido siete años de hábito, deben ser muy atentas con las mayores, dando el primer lugar á las Madres, y no hablando en su presen- cia sino con necesidad y siendo preguntadas: novicias y profesas de votos simples, respeten mucho á las profesas solemnes, y todas hablen de rodillas al dirigirse á sus Superioras y entre sí mismas, excepto en las recreaciones y delan- te de seglares. Las inferiores no deben sentarse al lado de las superiores en edad, dignidad, et- célera, si éstas no les dieren licencia; las supe- riores á su vez tampoco deben reprender á las inferiores con dureza, ni mandarles con impe- rio, sino con suavidad: y jamás deben repren- derlas delante de personas extrañas. Cuando la Prelada da Ó recibe una cosa de una Corista 6 de una lega de menos de siete años de hábito, debe ésta ordinariamente besarle la mano, si no tiene sus manos ocupadas. 581. Paseando con dos mayores, la inferior se pondrá á la izquierda y nunca en medio. Al ir con una de mayor dignidad, se le cederá la dere- 3

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