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CAPÍTULO XIV Cocineras 556. En la casa de Dios el oficio más humil- de es de mayor honra que los que más la tienen en los palacios de los principes, pues el servirle en la suya se reputa por reinar. El de la cocine- ra es de mucha estimación, y Se han preciado hacerlo algunas veces los mismos Angeles. En la hora de la muerte han deseado algunos reyes trocar con él sus coronas y en él se han ejerci- tado almas muy santas, alcanzando con su em- pleo muchos grados de perfección. Para mejor cumplir con tal oficio, la hermana cocinera ele- ve muchas veces el corazón al Señor, Dios de amor y caridad é invoque con frecuencia á Ma - ría Santísima, reverencióndola en su imagen, que ha de procurar tener muy devota y adorna- da en su capillita. 557. La hermana cocinera dependerá en un todo de la Provisora de Coro; nada hará por su propio parecer ó juicio; pero con humildad y rendimiento debe proponer á la misma Proviso- ra lo que para mejor hacer su oficio se le ocu- rra; porque está obligada á no perdonar trabajo ni diligencia en beneficio de las pobres de Cris- to, y si menos limpia ó poco aplicada al trabajo, no se esmera en el cumplimiento de su santa ocupación y religioso empleo, da bastantes in- dicios del poco amor de Dios que reina en su corazón. 558. Por la mañana, en acabándose la ora- ción ó cuando disponga la Prelada, debe acudir á su oficina, y rezando devotamente el Ave Ma- ría, como es costumbre, encenderá la lumbre, pondrá la olla y preparará el desayuno. Luego barrerá la cocina y repostes, poniendo cada co- sa en su lugar, y para que se halle més desem- barazada, conviene que desde la tarde anteceden- te, deje prevenida leña y otras cosas que sean
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