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— 25 — Esto podría provenir de varios principios: alguna vez de la falta de caridad de las Preladas, si ape- nas ven á la pobre enferma que sale de la celda, luego le mandan seguir la Comunidad. Otras ve- ces proviene del fervor indiscreto de la misma enferma, pareciéndole estar buena, cuando en realidad no lo está. Otras de la falta de paciencia 6 conocimiento de las enfermeras, si por aho- rrarse trabajo, declaran completamente resta- blecida á la convaleciente. Conviene en gran ma- nera, sin faltar al celo por la observancia, dar el lugar más preeminente á la virtud de la caridad. Sea pues el médico quien, habiendo duda, resuel- va esta dificultad y con su consejo, hecho cargo de todas las circunstancias, determiné la Prelada si la enferma puede ó no dejar la enfermería. 522. Las enfermas procuren practicar, como se ha dicho, la obediencia y rendimiento, gober- nándose no por fervor indiscreto, sino por la obediencia y la razón. Las enfermeras es nece- sario que tengan una invicta paciencia, sobre- llevando las impertinencias y otros defectos de las enfermas, las cuales, casi sin advertirlo, es- tán á veces de mal humor y hasta parece no agradecer lo que por ellas se hace; no deben ad- mirarse de todo esto las enfermeras, porque es efecto del mismo mal, y por lo mismo deben re- doblar la dulzura y paciencia con ellas, teniendo una caridad sin límites y una discreta pruden- cia para gobernarse, considerando que en el mayor trabajo está el más alto merecimiento, al que á su tiempo corresponderá el eterno premio que Jesucristo Salvador nuestro, desde el prin- cipio del mundo, tiene señalado á las que fiel - mente se ocupan en este santo ejercicio. 523. Otro género de enfermas suele haber en los Conventos, que si bien no guardan cama, pero realmente lo están, ó por sus muchosaños, 6 por sus muchos achaques que les imposibili- tan de seguir el rigor de la vida común y tienen más necesidad de regalo para su sustento. Es
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