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= 203 = 517. Cada celda de la enfermería debe tener una campanita de sonido algo diferente de las demás, con su cordón que dé á la cama de la enferma, para que ésta pueda llamar á la enfer- mera siempre que lo necesite: sea muy diligente la enfermera en acudir al llamamiento, dejando toda otra ocupación,: y no sólo no manifieste contrariedad al ser llamada, aun para cosas de poca importancia, sino, antes bien, diga con fre- cuencia á la enferma la llame sin temor siem- pre que quiera. Por la noche, arreglará á las en- fermas para que se queden bien acomodadas en la cama, estirando el santo hábito, componien- do las mantas, etc., y dejándolas asistidas y con- soladas en todo. 518. La enfermera debe cuidar de la limpie- za, no sólo de las celdas y enfermería, sino tam- bién de las enfermas y de todo lo que sirve á las enfermas, mudándoles todos los sábados las servilletas, y con frecuencia (según la necesidad) las sóbanas, fundas de almohada y toallas; procure también que la comida esté muy limpia, y si la enferma estuviese tan debilitada que no la puede tomar por su mano, désela la enferme- ra por sí misma con gran caridad. 519. La religiosa enferma reciba aquel rega- lo de la enfermedad como venido del Cielo, re- signándose con la voluntad del Señor y no cuide con demasía de la salud del cuerpo, cuide más de la salud del alma. Conténtese con lo que le da la Orden, no quiera médicos ni medicinas espe- ciales, porque no ha de curarse como rica, sino como pobre Capuchina. Procure, mientras guar- da cama, confesarse una vez en semana y co- mulgar una Ó dos veces, cuando le manden; encomendándose muy de veras á Dios, por si acaso fuese aquella la última enfermedad. Tenga paciencia en lo que padece, que á ella le exhorta la prometida Regla. Sea muy obediente á cuanto le mande el médico y la enfermera, y alégrese en Dios Ntro. Señor.
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