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cinco minutos antes, y en esto han de ser las escuchas muy celosas no sea que por descuido lleguen tarde, las que están en la reja, al acto de Comunidad. También han de ser muy pru- dentes y enemigas de propalar noticias, pudien- do tomar para sí lo que sobre el particular se dice á las Torneras. CAPÍTULO XI Enfermeras y enfermas 511. El solícito cuidado de las enfermas es una de las principales obligaciones de las Supe- rioras, y las religiosas á quienes está encargado el oficio de enfermeras, están obligadas en con- ciencia á cumplirlo con todo esmero y caridad. Las Preladas obrarán prudente y maternalmen- te si procuran antes exceder en bondad que ex- ponerse á ser rigurosas, lo que principalmente tratándose de enfermas debe estar siempre lejos de la mente y corazón de toda Superiora. Guárdense las Religiosas de toda palabra y acción que indique falta de bondad, fraterna ca- ridad y cristiana compasión para con las enfer- mas; ni se atrevan á insinuar á nadie que la en- ferma es sólo aparentemente tal, pues nada afli- ge tanto á la que sufre, como verse en cierto modo tratada de falsa enferma é inmortificada bujo pretexto de enfermedad. 512. Por tanto, si las enfermeras y las Prela- das revestidas del celo de la observancia atrope- llasen la caridad, disputando si están ó no las en- fermas para seguir la Comunidad, si se les ha de dar ó no este alivio, andarían muy lejos de la mente de N. S. P. San Francisco; y á buen segu- ro que estas tales no querrían cuando se halla- sen enfermas, que se moviesen semejantes dis- putas: y supuesto que para sí no las quieren, no es justo las quieran para las demás. Acuér- dense de aquellas palabras de Ntra. Seráfica Re-
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