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ie 184a sias y altares donde es ofrecido, estuviesen muy adornadas, y esto mismo encargaba una y otra vez con el mayor fervor á sus Frailes en los Ca- pítulos. Estén advertidas las Sacristanas poco celosas, que además de no cumplir con la mente de N. Seráfico Patriarca, ofenden á Dios con sus descuidos. 458. La Sacristana que quiera cumplir con su obligación y agradar á Dios, ha de tener lim- písimo el Coro y ha de estar siempre vigilante y cuidadosa de todas las cosas de la Iglesia, lim- piando, componiendo, barriendo, sacudiendo y lavando aun la cosa más mínima que pueda ofender á aquel gran Dios, á quien sirven pos- trados los más encumbrados Serafines. «El que quiere tener cuidado de las cosas del Altar, dice San Buenaventura, con reverencia y limpieza, debe ciertamente ser muy solícito y estudioso acerca de ellas». 459. El primero y principal cuidado de la Sa- crístana ha de ser que todo lo que pertenece al Venerable y Augustísimo Sacramento del Altar, esté con la mayor decencia y curiosidad posible. Los vasos sagrados que sirven inmediatamente para el sacrosanto Misterio de la Misa y para conservar el precioso Cuerpo de Cristo, vida nuestra, han de estar bien dorados por dentro y muy tersos y resplandecientes por fuera. 460. Los purificadores mudará todos los días, los corporales con mucha frecuencia, y para lavarlos, primero han de ser purificados con dos aguss por un ordenado ¿n sacris, y, ver- tiendo luego las aguas en la piscina, los pondrá á secar antes de lavarlos. El plato Ó vasija que sirve para purificar estos lienzos, debe ser muy decente y exclusivamente destinado á tal objeto. Dos veces al año hará limpiar (algún ordenado in sacris) los cálices con agua caliente y jabón, y todos los días, por la parte exterior de los mismos, les pasará un purificador usado pero limpio.
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