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A A A ARE — 142— tro, bajo ningún o en esto, las Abade- sas den el ejemplo, huyendo de visitas inútilesy conversaciones no necesarias, evitando, empe- ro, todo exceso, pues esto las haría odiosas ante los bienhechores, á quienes se deben guardar las consideraciones que se merezcan, y se les debe servir y complacer en lo que se pueda se- gún nuestro estado. 349. Sería grave error considerar teórica 6 prácticamente á la M. Abadesa, como encargada sólo de las cosas materiales del Convento. Su oficio es más alto y de mayor importancia, pues debe cuidar de la conservación y perfección de las almas de sus súbditas, y de defenderlas con- tra todo peligro; lo material es secundario y puede en parte confiarlo á su Vicaria, como por ejemplo, parte de la correspondencia, algunas visitas del locutorio ó entradas en clausura y otras cosas semejantes, salvo el deber de alta vigilancia para que no se cometa abuso alguno. Debe, con todo, vigilar por sí misma las ofici- nas, para que todo vaya bien y ninguna religio- sa sufra por falta de las oficialas. Y en cuanto á las enfermas y ancianas, vea con frecuencia si están bien asistidas, ya en medicinas, ya en ali- mentos convenientes al estado y clase de su enfermedad. 350. Detodolo hasta aquí notado, deducirán las Abadesas las reglas de buen gobierno, y las súbditas el respeto, amor y confianza que deben á sus Abadesas. Las inferiores deben guardarse del espíritu de crítica y murmuración y de la temeridad de llamar avara ó grosera á su Pre- lada, y, en vez de verlos defectos que como mu- jer tiene y puede tener toda Superiora, atiendan á corregirse y enmendarse de los propios, pues cuanto más á ello atiendan, menos defectos ve- rán en sus Preladas y mayor será el amor que les tengan y la gratitud y filial urbanidad con que las traten. Dios suele castigar visiblemente f las que afligen y desprecian á sus Superioras,

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