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RNA _— os 344. Las Abadesas tienen que responder afh- te Dios de las almas de sus súbditas; por esto deben orar mucho por ellas, y en la oración buscar la eficacia de cuanto hagan y digan para su provecho espiritual. Y aunque no debemos buscar los aplausos de los hombres, con todo una Prelada debe desear y procurar ser amada por sus súbditas, para mejor conducirlas al monte santo de la seráfica perfección. Por esto tengan muy presente aquella sentencia de Nues- tro Seráfico Doctor San Buenaventura (de sex Alis Ser., c. 6): Stude magis amart, quam timeri; quía libentius obeditur et, qui diligitur, quam et qui timetur. «Desea ser más amada que temida; porque con más gusto se obedece á aquel á quien se ama, que aquel á quien se teme.» Pon- gan su Comunidad bajo la guarda y especial custodia de María Santísima, á imitación de tantas santas Preladas que en ello encontraron el medio más fácil para gobernar con suavidad, prudencia, dulce firmeza, serenidad y provecho, á sus inferiores. 345. Manifiesten aprecio y estima de todas sus súbditas y huyan del optimismo en querer excusarlo todo, pero mucho más y principal- mente huyan del espíritu pesimista y sospecho- s0; por tanto no sean de aquellas que en sus súbditas sólo saben encontrar defectos, pues una verdadera Madre en cuanto puede tiene á sus hijas por las más buenas, inteligentes y de mejores prendas: y es indigno de una Prelada oirle andar siempre con quejas de todas ó casi todas sus inferiores. Aprecien, pues, los esfuer- zos que cada una hace para santificarse y per- feccionarse, animen á las débiles, ayuden á las defectuosas, confirmen á las fuertes. 346. Lo que más deben evitar las Abadesas es la ira, conturbación y precipitación en man- dar, reprender y tratar con sus súbditas, como también el espíritu de interés y de exagerada economía. Una Abadesa no ha de ser madrastra,

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