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a 123a desto con una bañera muy limpia y agua sufi- ciente, para que pueda bañarse la que lo necesi- te, previa licencia de la Superiora. Y todas las que tomen baños guarden suma modestia y evi- ten toda imprudencia de bañarse en tiempos y ocasiones peligrosas para la salud. CAPÍTULO XI Huerta 312. Los Romanos Pontífices concedieron las huertas á las Comunidades, no sólo para la provisión de algunas verduras y frutas, sino también y más principalmente para honesto re- creo de las religiosas, salubridad y recogimien- to de los Conventos. Sería, pues, grave error querer convertir las huertas en haciendas, bus- cando únicamente como los ávidos labradores el modo de hacerlas producir más frutos, cerce- nando el espacio de los caminos y arrancando todo arbol de simple adorno. 313. En las huertas, pues, ha de haber, en cuanto sea posible, espacio suficiente para las verduras ordinarias, como también para tener algunas flores, un pequeño bosque con sus ca- minos y algunos paseos cubiertos de árboles verdes, tan largos como permita la huerta y su- ficientemente anchos para pasear juntas dos ó tres religiosas. Y para que fuera del tiempo de recreación pueda la huerta servir para la lectura espiritual y la oración, haya en la extremidad de los paseos alguna imagen de María Santísi- ma ó de algún Santo, rodeada de flores y arbus- tos, con algunos bancos para que puedan sen- tarse las religiosas. Y ninguna Prelada se atreva á deshacer ó estrechar dichos caminos, bajo pretexto de sembrar legumbres ó verduras, pues en esto denotaría espíritu interesado y falta de
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