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AAA — 118= CAPÍTULO VIII Biblioteca 299. La lectura espiritual es una de las más preciosas ocupaciones del alma religiosa, es el alimento del espiritu, y la experiencia enseña que la religiosa que es aplicada á santas lectu- ras, se conserva más fácilmente fervorosa y observante que la que de la lectura se descuida, pues aquélla evita más seguramente la ociosi- dad, la cual suele ser la consecuencia de la tibieza en el servicio de Dios, mientras que ésta, faltándole el alimento para su alma, no sabe cómo ocupar el tiempo que le queda libre y cae en mil defectos é imperfecciones. 300. Conviene, por lo tanto, que las religio- sas, sea en la sala de labor ó donde les parezca más conveniente, tengan su biblioteca bien arre- glada y provista de buenos libros, «para el pro- vecho y consuelo de las almas, los cuales se lean en común y en particular». (SS. Constitu- ciones, cap. 17). 301. Puede servir para el objeto un armario grande con suficientes estantes, y cerrado con una llave que guardará la bibliotecaria. Procu- ren, en cuanto sea posible, que no les falte un buen Año Cristiano, las Crónicas de la Orden, vidas de los Santos y Beatos Capuchinos, de Santa Verónica de Julianis, Beata Magdalena Martinengo y otras Venerables; La Mística Ciu- dad de Dios, el Ejercicio de perfección del Beato P. Rodríguez, las obras del Beato Diego José de Cádiz, Rvdo. P. Valencina, y otros muchos libros que pueden serles de grande utilidad espiritual, procurando en lodos dar la preferencia á los autores de la Orden. 302. La biblioteca ha de tener el catálogo de todas las obras que hay en ella por el orden con

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