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Retrato del Padre Esteban de Adoáin Navarro de pura cepa eres igual que Javier, hombre recio, hecho de roble, misionero montañés. Te cruzan las lejanías enganchadas a tu sien. Aventurero divino, impaciente como él. El pueblo se hizo pequeño, las layas no iban al pie. Cambiaste un pobre rebaño por un mundo a quien pacer. Con hábito capuchino, barba, descalzos los pies, eres, Esteban de Adoáin, heraldo de Paz y Bien. Miguel Ángel Osés. El 6 de marzo de 1873, desembar– caba en Le Havre y de allí, por París y Toulouse, se dirigía el padre Esteban a Bayona, donde los capuchinos españo– les habían erigido un convento de la más estricta observancia en 1856, po– niéndolo bajo la dependencia del mi– nistro general y no de intermediarios. Era ésa una especie de idea fija en la 26 mente del padre Esteban, que superaba una situación heredada de los últimos tiempos del regalismo. En Bayona es– taba seguro de hallar el trampolín ne– cesario para el restablecimiento de la Orden en España. "Además de las mi– siones, yo querría restaurar nuestra Orden", le escribiría al padre general el 5 de diciembre de 1873, expresando en

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