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Esteban saltó del carruaje, crucifijo en alto, se puso entre el pueblo y los sol– dados y pidió a éstos que no derrama– ran la sangre de sus hermanos. En los días que siguieron de penosa marcha, se fue haciendo más humana la actitud de la soldadesca. Por donde pasaban los capuchinos salía a recibir– los todo el municipio, a veces con su Ayuntamiento a la cabeza, y provistos de lo necesario. A ruegos del padre Es– teban no fueron conducidos hacia Mé– jico, sino a un pueblo donde los recogió un vapor norteamericano que navegaba rumbo a San Francisco. El pasaje lo había abonado la colonia es– pañola de Guatemala. 9. De vuelta a Europa pasando por Estados Unidos Durante la travesía, el barco co– menzó a hacer agua en medio de una tormenta, y pasajeros y tripulación se temieron lo peor. Un marinero descu– brió al padre Esteban en la capilla, re– zando con los brazos en cruz, y le oyó decir que no se preocuparan, pues no se hundiría el barco. Dos protestantes abrazaron la fe católica, convencidos por el ejemplo edificante de los reli– giosos. En la ciudad de San Francisco, los capuchinos fueron agasajados por los padres jesuitas. Incluso se pensó en una fundación , pero el arzobispo de la ciudad no halló la acogida que espe– raba para esa idea. Se trasladaron a Milwaukee, donde fueron muy bien re– cibidos por los capuchinos alemanes, e invitados a incorporarse a su recién eri– gida provincia. No aceptaron por las dificultades de la lengua, del clima y su sentido de grupo. El definitorio general había dis– puesto, mientras tanto, que se traslada– ran al Ecuador, donde el presidente García Moreno daba grandes facilida– des para el establecimiento de la Orden. Pero esa noticia se cruzó con el viaje a Europa de los interesados, que se habían dividido ya en dos bloques. El padre Esteban, embarcado en Nueva York el 22 de febrero de 1873, tenía las miras puestas en España, donde se es– peraba el triunfo del carlismo. No se– rían ellos quienes fundaran en Ecuador, sino algunos de los capuchinos que quedaran atrás, en Santa Tecla, y que sufrirían también la expulsión poco después. Pero podían ambicionar la restauración de la Orden en su propia patria. Haciendo balance de su apostolado en Centroamérica, el padre Esteban re– cordaba haber predicado 112 misiones, regularizado 13.349 matrimonios y distribuido 221.357 comuniones. A lo que habría que sumar los numerosos novenarios , tandas de ejercicios, tri– duos, etc. Dejaba, además, fundada en multitud de parroquias la Asociación de la Divina Pastora. 25

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