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Aun dando la preferencia a la evangelización de los po– bres, no temamos proclamar el mensaje de conversión en pro de la justicia y de la paz a los poderosos o dominadores de los pueblos. Capuchinos, Const., 145,4 Cuando aquel inmenso gentío vio salir a la comunidad entre bayonetas, alzó un llano general. padre Esteban el día de Viernes Santo de 1872, en el que apoyaba la condena de un periódico anticlerical por el ar– zobispo. En aquella prédica daba a entender el padre Esteban, tal vez con ironía, que no creía estuviera el Gobierno de– trás de la prensa antirreligiosa, y aña– día: "Y, si por un imposible, nos man– dara algo contra la religión, diríamos como los mártires: ¡aquí está la ca– beza! " . Los editores liberales del periódico replicaron no sólo en sus páginas, sino entre bastidores, cerca de las autorida– des de su partido, para que se hiciera callar para siempre al capuchino. El Gobierno, que no quería dar la cara, hizo llegar a manos del guardián del convento de la Antigua un escrito en que le manifestaba su deseo de que él mismo, como superior, solicitara lasa– lida del padre Esteban del país. Lo que hizo, como superior, fue pasar el es– crito al interesado para que éste se de– fendiera. Así lo ejecutó poniendo en claro, entre otras cosas, lo que él en– tendía por ilustración cristiana del pue– blo, concepto muy alejado del de sus adversarios, que ante el país, también se proclamaban a veces "católicos, apostólicos y romanos". Era a princi– pios de abril. La reacción del Gobierno se haría esperar hasta el mes de junio y consistió en la expulsión violenta de 23

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