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6. El Salvador: Si con fe dijerais a ese volcán... Variada la situación política en El Salvador, el presidente llamó, de acuerdo con el obispo, a los capuchi– nos para que misionaran por el país. No faltaba en ello su parte de razón de Estado, pues los "de derechas" veían en la proclama del Evangelio no sólo su lado puramente religioso, sino un punto de apoyo para consolidarse en el poder. En esta segunda campaña salvado– reña le ocurrieron los hechos que po– nían al descubierto su penetración de las conciencias y su gracia taumatúr– gica, en beneficio de la fe de sus oyen– tes. Ante unos siete mil de éstos increpó, en cierta ocasión, al volcán Izalco que, con sordos rugidos, impe– día la escucha de su predicación. Tras permanecer en silencio unos instantes orando, se dirigió con fuerte voz al vol– cán en estos términos: -"¡Calla... , y deja predicar la pala– bra divina! ". Apenas dicho eso, enmudeció el es– truendo subterráneo, según se testimo– nia en las Actas del proceso de beatificación. Una futura religiosa ca– puchina que había sido testigo presen– cial de lo que refería, declaraba para el mismo proceso haberlo visto pasar de– lante de su casa sobre un jumentillo, 18 entre las filas de gentes que pugnaban por besarle las manos y los pies y cor– tarle trozos del hábito, sin que él se diera cuenta, pues iba o sumido en la meditación mas profunda, o en éxtasis. El crucifijo le colgaba sobre el pecho, semioculto entre su luenga barba. Otra de aquellas misiones se hizo célebre por un fenómeno de terror reli– gioso colectivo entre el auditorio de unas 12.000 personas, que le oían ex– poner al aire libre la doctrina de la sal– vación por la fe con obras. Estalló de pronto la multitud en llanto, y exten– diendo los brazos hombres y mujeres en forma de cruz, se les oía gritar: "¡Misericordia, Señor! ¡Perdón, Señor, perdón!". Presas del pánico por lo que decían estar viendo sobre la plaza - fuego del cielo, fieras muy negras, fi– guras horribles con espadas desenvainadas ... -, unos se refugiaron en la iglesia, y otros en las casas y tien-

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