BCCPAM00R00-3-06p23d000000000

como antes en Venezuela, eran muchos los que no veían otro mal proceder en el predicador que el de anunciar el Evangelio sin amilanarse por las posi– bles consecuencias contra su persona. Un fiscal llegó a sugerir que se le hi– ciera salir de la isla sin ruido en vez de proseguir con el encausamiento, pues éste podría llamar demasiado la aten– ción de las gentes de color. El arzobispo salió en su defensa, re– batiendo cada una de las acusaciones y dando del padre Esteban este testimo– nio: "Asociado a mi misión cuando co– menzaba mis tareas apostólicas, le vigilé, le tuve a mi lado, le probé de muchas maneras y me persuadí de la feliz adquisición que hice en su per– sona. Y los buenos resultados de sus continuos afanes vinieron a justificar el juicio que de él me formé". E identifi– cado con la actuación de sus misione– ros, llegó a amenazar con dimitir y acompañarles al destierro, si alguno, especialmente el capuchino, era expul– sado de la isla. Incluso forjó con el padre Esteban un plan que hubiera acelerado la res– tauración de su Orden, pues consistía en abrir un noviciado capuchino en Na– varra en conexión con un colegio mi– sionero en Cuba. Ocurría esta tentativa en 1854, año también de viraje anticlerical en lapo– lítica española, con serias repercusio– nes en Cuba, aun para la vida de monseñor Claret, que sufrió repetidos atentados en los dos años siguientes. Ni él ni sus colaboradores podían gozar ahora de la misma libertad y paz que antes para su labor apostólica. El padre Esteban vio desmoronarse así no sólo el plan de restablecer su Orden en la metrópoli y en la isla, sino el ambiente favorable al ejercicio, en esta última, de su dinamismo misionero. 5. Guatemala: Legiti– mando matrimonios a mansalva En esta república centroamericana los capuchinos catalanes estaban ha– ciendo realidad el sueño de restaurar la Orden. Si un día pensó el padre Este– ban en dirigir a ellos sus pasos, desde una Venezuela hostil, ahora sintió con fuerza idéntica llamada, y el 23 de oc– tubre desembarcaba en su costa atlán– tica. En su nueva tierra de elección se desplegarían, como nunca antes, sus aspiraciones fundamentales. Lograría la plenitud como predicador de misio– nes y casi alcanzaría la de restaurador de la Orden. Pero también aquí se ve– rían truncadas esas dos aspiraciones, por un fracaso más doloroso, humana– mente hablando. En la Antigua Guatemala residía una comunidad de capuchinos desde 1852, autorizada por la Santa Sede un par de años más tarde para recibir no– vicios. Dependían directamente del mi– nistro general. De Cataluña, fueron 15

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz