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El padre Esteban de Ado– áin: "Religioso intachable en su doctrina y conducta, incansable en el púlpito y confesionario y en su solicitud para el arreglo de costumbres." Elogio de San Antonio María Claret, arzobispo de Santiago de Cuba. Los presos atravesaron ordenadamente la ciudad ante los ojos atónitos del vecindario. mado: según el general que gobernaba la isla en aquellos años, había en ella no más de 438 eclesiásticos para un millón de habitantes. Para actuar en ese ambiente se ne– cesitaba un equipo como el que rode– aba al padre Claret. Consciente éste de la mayor experiencia del padre Este– ban, solía mandarlo con algún otro sa– cerdote menos entrenado. Las misiones podían durar varias semanas sin inte– rrupción, con un trabajo extenuante por su estilo, más intensivo y minucioso que en Venezuela; además de los dos platos fuertes del púlpito y del confe– sionario, incluían la catequesis a niños y adultos, el apostolado a domicilio, la atención particular a los negros, que 12 del cristianismo apenas habían recibido otra cosa que el bautismo, la legitima– ción multitudinaria de matrimonios, con su correspondiente papeleo, etc. Con el crucifijo al cuello, el estan– darte de la Divina Pastora arrollado, y su asta por bastón, más una potente ca– racola o fotuto para convocar a misión, se lanzó el padre Esteban a su primera campaña cubana en compañía del se– cretario de monseñor. La descrita sería la imagen familiar del mismo durante muchos años. En el pueblo de Morón hubieron de dedicar doce y catorce horas diarias a las confesiones. Del de Sagua, misio– nado del 20 de diciembre de 1851 al 11 de enero siguiente, escribiría el padre

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