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en tan incómodo lugar, y en la más in– cómoda compañía de una "vil canalla", según le confiaría más tarde a un her– mano camal. Mas como las acusacio– nes resultaban insuficientes para la pena que se pretendía infligirle se bus– caron, pero en vano, más testigos con– tra el predicador. En vista de ese fracaso y de otras circunstancias, poco después era puesto en libertad. 4. Cuba "Desde hoy será usted mi misionero" El Padre Esteban, viendo que su ac– tuación en Venezuela era politizada, en perjuicio de la eficacia apostólica de la misma, y que quizás en otros países pudiera ser más provechosa para las almas y para su propia Orden, de acuerdo con su superior, se dirigió a Cuba, con la esperanza de poder insta– lar una comunidad capuchina en el edi– ficio del antiguo Colegio de Misiones de La Habana, establecido allí por sus correligionarios de Castilla en el siglo anterior. Llegado en enero de 1850, y hechas sin éxito varias gestiones en pro de la fundación, optó al año siguiente por ponerse a disposición del arzobispo de Santiago, el futuro San Antonio María Claret, recién llegado de España. El prelado lo recibió con estas pala– bras: "Desde hoy será usted mi misio– nero" . Bajo ese aspecto, se habían encontrado dos almas gemelas, pues del primero diría su secretario que tenía "más de misionero que de arzo– bispo", y cuando años más tarde este prelado le propusiera al padre Esteban traérselo a España, donde no le sería dificil proponerlo para una mitra, res– pondió aquél sentirse nacido más para misionero capuchino que para dignida– des eclesiásticas. Monseñor Claret venía rodeado de un grupo de sacerdotes no menos celo– sos, a los que dio un código de con– ducta caracterizado por la intensa vida comunitaria en la oración, la comida y la recreación, los ejercicios espiritua– les de diez días cada año, y la renuncia a amistades fuera del grupo. Todo con vistas a la santificación personal en la entrega pastoral a los demás. Un am– biente así ayudó al padre Esteban a no echar mucho de menos su convento. Si el panorama político de Cuba di– fería del venezolano en que la isla aún estaba regida por España, no difería tanto el de los tres países en cuanto a la lucha de los partidos políticos. Tam– bién allí se oponían y turnaban libera– les y conservadores, trasunto, aunque menos virulento, de la lucha entablada en la metrópoli. En lo social, moral y religioso, la situación de Cuba era probablemente más dificil y complicada que la de la república bolivariana. Su población era una amalgama de blancos, negros, amarillos y cruzados de esas y otras razas. El concubinato estaba a la luz del día. El clero era escaso y mal for- 11

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