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-7- mfstico y engalanado vergel, que Dios destina para más alegrar en la gloria á su bendita Madre, cuyos pu– rísimos y glorificados ojos se recrearán gustosamente contemplando, ora su grandioso Pilar en la populosa Metrópoli, lanzando al aire suntuosEts cúpulas y diri– giendo al cielo airosos y esbeltos chapiteles, ora sus más modestas pero también lujosfsimas residencias de capital de Arciprestazgo, como el deslumbrante y her– moso Pueyo de Belchite y la importante y valiosa er– mita de Nuestra Señora de la Zarza de Aliaga, ora también esa multitud de santuarios que honran acá su memoria aun en pequei\ísimas aldeas, á la sombra de las viejas encinas y de los plátanos seculares, y hasta en la misma soledad, en lo más elevado de las colinas y en lo más repuesto y escondido de los valles. Mas la evolución de los tiempos no ha sido siempre feliz para lo santo y lo bueno, y las olas de positivis– mo y de materialismo incrédulo, azotando en incesante flujo y reflujo la corriente humana, han debilitado la piedad de otras edades, y parece que tienen casi ane– gada la conciencia cr istiana, á la que se deben las construcciones, edificios y monumentos de esa piedad mariana, que honran sobremanera á Espaí'la y con especialidad á nuestro Aragón. Por ende, las circunstancias no pueden ser más propias; las reservas del buen hijo son para la madre necesitada; los sacrificios y heroísmos del fidelfsimo ciudadano, para la patria en pelistro; así los esfuerzos mayores, el celo creciente del sincero devoto de la Inmaculada Madre María, deben prodigarse cuando más lo reclamen el honor y la gloria de tan gran Reina: hoy pues, en que la plaga del egoísmo VA se– cando toda ansia de salvación futura, en estos tiempos

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