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-6- rosos y hasta monumentales templos, que aún en las más insignificantes aldeas, constituyen realmente una gloria, motivo d<' justo orgullo para sus indígenas sen– cillos, revelan esfncrzos, empei1os y sacrificios, que acusan á la vez el mas alto grado de sinceridad en aquellas primitil.'as y afortunada;; creencia!\. El reino de Arugón que dió sus primeros pasos siS,!uiendo á la Cruz, cuyo lema llevaba el escudo de G 1rci Giménez. primer rey de Sobrurbe, y valiente caudillo que limpió su suelo de la plaga mahometana, parece hu tenido em– pe_ño en no desmentir su cri,;tiano origen. Pero en su, digámoslo así. desarrollo de cristianis– mo, tm·o Ar,1gón el oc¡crto de hacer sus preferencias de la parte mas Vi¡!orosa de la vida sobrenatural, sin– gularizándose en el afecto á la Madre de Dios, auroru del cielo, camino de la dicha y conducto de la gracia, como el alba y crepúsculo matinal es el principio del día y el camino que sii,tuen los rayos del sol para po– der ostentar todo su vivificante esplendor y hermo sura. No queremos de:ir con esto que la devoción á María haya sido patrimonio exclusi\'o de Aragón; co– nocido se tiene, que además de, en lu sien1pre caMlica España, también en las nebulosas rei;tiones del Norte, igual que en las encantadas florestas del Mediodía y lo mismo que en los tostados orenales del Africa y en las vírgenes soledades del Nuevo Mundo, ha tenido y con– serva templos la Celestial Se,1ora; pero ~¡ es indubita– ble, que nuestra región se halla de las mejor enrique– cidas con esos \'ivos y consoladores testimonios de amor á la Vir$(en de Nazaret, y u1ín en ella se distin– gue la Diócesis Cesaraugustana, que por la variedad y hermosura de sus templos, iglesias 6 ermitas dedicadas á la Reina de los Cielos, parece que sea sn suelo un

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