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-70 - quirida, de vicio arrancado, de pasión morti– ficada, do culpas lloradas, de apart1~miento del mundo, de conformidad con tu ejemplar vida y de unión con tu Santi8ima voluntad; ¡pobres Arboles verdes y lozanos!, con toda su gala, puede que no hayan de ser mas que lefiii para arder!! Y si esa 1;>rovechosa devoción ¡oh Soberana Maria! se particulariza en la invocación tier– na y popular de Madre, Virgen y Seíiora de la Langosta, con que se te distingue, so te honra y se te glorifica en la severa morada de tu Sirntuario de Alpenés, sus frutos y re– sultados so mu ltiplican sobremanera, pues has manifestado tus preferenrias por mansion tan silenciosa y avalorada. gsa lll \·oluntad ex– celsa ¡:Madre mía! la tienes inspirada á la Santidad de los Pontífices Urbano y Ciernen– to octavos, bouran<lo el primero con el titulo de privilegia.da Archico[radía á la agrupación de tus d<>votos, y concediendo el segundo im– portantisimas indulgencias á tus cofrades. No extraflo, pues, ¡tierna Madre y graciosa Vir– gen de la Langosta!, no extrano que en las crt>cidas filas de eso, basta hoy, bien discipli– nado ejército de tu Archicofradía, figuren tan significados devotos como el insigne teólogo y venerable sierrn de Dios Fr. Pedro Selle– ras; el Ilustre Arnobispo Ccsaraugustano, D. Pedro Apaolaza, y otras sobresalientes catogorias en la I~lesia y en la sociedad. Vengan también para mí los valiosoe fru– tos de tu devoción, señora amable y piadosa,