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- 68 - Madre de la Langosta, con que se te honra de antiguo en este tu Santuario. No debo temblar, pues, el pecador ¡oh Virgen dulcísi– ma! al tener que acercarse á tu corazón ma• terna!, ya que en Tí nada hay que no sea carifio, dulzura, suavidad y amor, y ya que no respiras sino compasión. piedad y miseri– cordia. Tu Ilijo ¡oh Madre amorosa! es infini· to en miserfrordias, pero romo es Juez de lo8 hombres y ha de pesar nuestras obras buenas y malas en la balanza de su inflexible justi– cia , aunque nos acerquemos a.l trono de su gracia con confianza, no podemos roeuos de temerlo, porque tiene también en su diestra la vara de la rectitud y de la justicia. Mas Tú, Virgen sacrosanta, no eres sino Madre tierna y amorosa, que quieres á todo trance la salvación de tus hijos, sirviéndoles de am– paro y defensa cuanto más están necesita dos, motivo por el cual la Santa Iglesia cuenta entre los tttulos con que te honra y engran• dece el de-Refugiumpeccatorum-Refugio de pecadores. Hénos pues aquí postrados á tus pies ¡oh Madre mia! confesando que tu cora– zón es nuestro refugio, pues sabemos que nos has amado, aunque somos tan pecadores, y has deseado nuestra salvación eterna y has tolerado el sacrificio de tu propio Hijo porque la consiguiésemos. En esta firme esperanza de tu poderosa mediación, oye los eeos de nuestro pecho agradecido, que muy satisfe– cho y alborozado os saluda así. .. Dios le salve, Marra, etc., etc.

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