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- 66- ardores y otras llamas de origen di \' ino, ca– yendo Eobre tu corazón y envolviéndolo por todas rartes, no podían destruirte en tu mar– tirio, mayor él solo que todos los de los san– tos juntos. ¡Ah, qué flores tan admirables forman la guirnalda de ese extl'aordinario martirio! ¡qué mano tan misericord10sa las fué entretejiendo! ¡cuánto tiempo empleó en completarla, y qué fortaleza tan sobrebuma– ua empleó la. agraciada para llegar á. poner en su frente la última rosa que completó tan brillante y primorosa aureola! ... Mas los que hoy nos llegamos al altar de tao encumbrada criatura, y nnte su airosa Imagen de la Lan– gosta le pedimos amparo y le ofrecemos nuestro amor, no nos contentemos con una admiración <•stéril de su fortaleza; pensemos que no cedió a I peso enorme de tan tas tribu– laciones, por dejarnos ejemplo para que siga– mos sus huellas; ya que nos gloriamos, pues, de ser sus fieles hijos, vistámonos de la ar– madura de su constancia imperLurllable, parn. no perder nuestra virtud, ni ante molestias, ni ante contratiempos, ni ante amarguras, ni ante amenazas, ni a nto asechanzas ni peli– gros. Asi os lo prometemos, 'Madre poderosa, confiando en tu valioso auxilio, el que anhe– lantes te suplicamos, enviándotc el parabién del Angel. Dios te salve, 1llarfa, ele., ele. ·•«tCHCIWWfülln••· \,

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