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- 56 - DIA SEGUNDO Humildad de /'\arla Ron ta,cs tu hcrf!losura y magnificencia ¡oh Bienaventurada Virgen! que ni pueden describirse en el pobre lenguaje de los hom– bres, ni cabe tampoco en el entendimiento de los Angeles, porque una y otra naturaleza, angélica y humana, se ano11ad~n en presen– cia de las refulgencias que despides. Sin em– bargo de tales excelencias no niegas tu rela– ción poderosa, aún á lo más insignificante de la pobre humanidad. Tnsignificancia grande tenían los reducidos y sencillos moradores de la antigua Villaganla, y aceptasteis no obstante los obsequios y devoción que os pro– metían , no desdeilando vuestra grandeza la modesta habi tación de entonces, que para rendiros frecuente culto y teneros á su lado os consagraban sus cristianos corazones. Al contemplar esa tu encanta.dora sencillez y profundfsima humildad ¡Reina Augustal no puedo menos de preguntarte con un Santo Doctor ¿De dónde te viene modestia tanta, y humildad tan incomprensible? ¡Ah Señora! Bien sé que para mí es todo eso un impene– trable arcano, pues el hombre se ensoberbece fácilmente no siendo más que un gusano do la tierra, ó como el heno que ahora está verde y al poco es arrojado en el horno; alcanzad-

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