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- 54- tra pintoresca ermita \'Ciáis como Madre ca– riflosn sobre nosotros vuestros hijos, y aten– déis solícita A nuestras necesidades, admitid este obsequio que os dedica y dignaos, Seño• ra, escuchar las súplicas qu<' en él os acaba de dirigir éste, que de rodos vuestros devotos es el mAs incligno y pecaaor, y por tanto el más necesitado de vuestra amorosa consola– ción. No miréis, no, n sus culpas, que éstas harlau tal ve1, apartaseis de é-1 vuestro bon– dadoso rostro, mirad, si, lo critico do sL1 es– tado y moveos á piedad. Tened en cuenta ¡oh soberana Seilora! que alega como tltulos de su atrevida demanda, vuestra misma. gene– rosidad y ofrccimi~nto. Poseyendo un trono esplendoroso en los ciclos, y con nobles An– geles por cortesanoci, no rehusAis la humilde mansión que <'stos pueblos fervorosos os des– tinan en apartada hondonada, que en el tér• mino de Alpeilés, guarda silenciosa vuestra antiquísima Irnageu, donde os mostráis gozo– sa, vigilada fidelisimamente por capri<:hosos picos de elevados montes, y recreada por in– cesante concierto de variadas armonlns, que producen, ora las alegres sonorida.dcs de aves sin cuento, ora los imponentes ecos de montaraces seres, oru. los quejumbrosos bali– dos de la paciente o\·eja acampada eu los ve– einos apriscos. Son, pues, vuestra rniema ama– bilidad, sencillez y llaneza ¡piadosísima Ma– dre mía! las que, aprobando esa, como insta– lación, oficina y despacho de Yuestras miseri– cordias y bondades, que en soladad tan abier-

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