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See tuerta fué también, como los arriba citados, blanco en el que se cebaron las cenagosas aguas de la inundacién. Estas in- vadieron la parte baja de la poblacién cuyos edificios quedaron convertidos en una grande isla rodeada por todas partes de las aguas que se desbordaron del Iranzu. Sus pobres morado- res, atravesando la corriente, hundidos en sus aguas, jsintiendo al mismo tiempo los rigores del intenso frio que se dejaba sentir, creyeron lo mas seguro para ponerse a salvo subir al vecino pueblo de Arandigdyen que por su situacién topografica ofrecia garantias de seguridad. El edificio escolar, situado entonces 4 orilla del Iranzu, pronto se vié circundado por las aguas, teniendo que improvisar un puente para que los nifios fueran librados del inminente peligro de un hundimiento del edificio, en el que indudablemente hubieran sucumbido por hallarse en su mayoria en la escuela. Varias casas, no pu- diendo resistir 1a fuerza de la corriente, ‘se desplomaron, vi- niendo a tierra con el estupor consiguiente de los que pre- senciaban todo sin poder aplicar remedio. 5.° En circunstancias tan apremiantes, el pueblo recu- rrié, para conjurar el peligro, a su amado_ y protector S. Ve- remundo. Al efecto tomaron el Arca Santa que contiene sus venerables restos, y con espiritu de penitencia la condujeron procesionalmente a las afueras de la poblacién, junto a la ermita de S. Roman, desde donde se dominaba la zona inun- dada. Las aguas que hasta entonces habian ido subiendo imponentes, fueron descendiendo, como si una voz poderosa las hubiera mandado retroceder, dejando libre su presa. Y lo mas milagroso fué, que estando envuelta entre las aguas la mitad de la poblacién, no hubo que lamentar ninguna des- gracia personal. Los de fe vacilante atribuian el suceso a cualquier causa menos a la intervencién sobrenatural del santo; pero su pue-

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