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CAPITULO X Las translaciones del Santo. 1.° Causa de estas translaciones.—2.° De Ayegui a Villatuerta. —3.° Idem de Arellano.—4.° Un oficio pidiendo ai Santo.— 5.° De Villatuerta a Arellano.—6.° Esperando! 1.° Funesta fué para nuestra Patria la primera mitad del siglo XIX. Dié principio con la guerra de la independen- cia que, si es cierto que llendé de gloria las paginas de nues- tra historia, dej6 un vacio en los corazones con la desapari- cién de los que en ella sucumbieron, con otras consecuencias que nos relata la historia. Tras la independencia vinieron las revoluciones interiores que, como torrente desbastador, arro- Ilaron la vida normal de la nacién e hicieron desaparecer ins- tituciones venerandas. En esas revoluciones no fueron las menos perjudicadas las corporaciones religiosas. Despojadas de sus bienes, atro- pellados vilmente los religiosos, fueron exclaustrados de aque- llos asilos en los que oraban por el mundo y_ santificaban sus almas. Tal es la desventura que corrié el célebre Monas- terio de Irache, semillero de sabios y Santos, objeto de pre- dileccién de las Reyes de Navarra. Tres veces fueron expulsados de aquel sagrado recinto los religiosos, pero en 1839 fué para no volver a pisar sus solitarios claustros. En ellos qued6 solitaria la bendita Urna que guarda los restos del que por espacio de cuarenta y un afios los iluminé con su santidad y milagros, y, para libertarla de los desafueros de la revolucién, hubo que sacarla, y como peregrino en su propia Patria, fué llevada de una a otra parte. Pasados aquellos afios de revueltas nacionales, pero si- guiendo su amado Monasterio solitario de sus legitimos mo-

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