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cia ake Espafia en Sagunto por el general Martinez Campos, D. Car- los actuaba como soberano en las citadas provincias, acufian- do moneda con su busto, estampando sellos y reclutando sol- dados que engruesaban su ejército juntamente con los volunta- rios que, procedentes de otras regiones, peleaban contra los Alfonsinos 6 liberales, como denominaban 4 los partidarios del régimen constitucional. En el célebre Monasterio de Ira- che, 4 cuatro kilémetros de Villatuerta, convertido en cuartel de sangre, habia establecido su morada D. Carlos, con su esposa Diia Margarita, y Estella sefiala en la plaza de los fueros la casa en que también habit6é durante la guerra. Con- creténdonos a lo que se refiere 4 Navarra, y sobre todo a la Merindad de Estella, diremos que en estos campos en que es- cribimos tuvieron lugar hechos de armas que aun recuerdan con horror los sobrevivientes. En el pequefio pueblo de Lacar 4 tres kilémetros de Villatuerta, a la entrada de la poblacién, se did el ataque que lleva el nombre de dicho pueblo. Mas de quinientos soldados, en su mayoria del gobierno, sucum- bieron y estan alli enterrados en una fosa comtn. En las cer- canias de Abdrzuza a orillas de la carretera que parte de Estella, se ve el monumento levantado por el gobierno central al general Concha que sucumbi6 en otro ataque encarnizado que alli tuvo lugar. (1) Oteiza, Cirauqui, Majieru y otros fueron testigos de hechos semejantes que no detallamos, por- que consignados estan en la historia de esta guerra. 4.° Pero, si, historiaremos lo referente 4 Villatuerta y que dejé escrito en la ya citada exposicién al Obispo de Pam- plona su pdrroco D. José Azagra. (1) En el pueblo de Abérzuza se conserva por insinuacién del Rey Alfonso XIII, la habitacién que ocupaba el malogrado general y a la que fue conducido después de la herida que determiné su muerte.

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