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por Pepito Reyes : 79 see Todos, lector curiosisimo, todos menos Andrés. Andrés era un rapaz de doce afids de edad, hijo del sacris- tan, muchacho de ingénita nobleza y sinceridad, de esos que al hablar miran a las mismas pupilas de su interlocutor. Era, ademas, vallente y audaz, y por'su bondad nativa presidia casi siempre los Juegos de sus camaradas. Con la misma ansiedad que todos sus cOnvecinos habia estado esperando él también el “Paso nuevo de Semana Santa”, y, como ellos, se quedé mudo de asombro cuando, al “desco- rrerse la cortina”, apareciéd la figura de Nuestro Sefior tan bueno, tan dolorido. » Pero al ver aquellos otros dos hombres de pie detras de El, y en actitud de azotarie, “se rompid”, digamosio asi, la unidad de su impresién y quedé desconcertado. Bien sabia 6! que a Nuestro Sefior le habian pegado mucho en casa de Pilatos porque alli se encontraba solo y sin nadie que le defendiera, pero habiendo en aquel momento tantos cristianos pa ayudane zgpor qué seguian aquellos hombres “vivos” encima de aquella tarima? Esto le HNenaba de confusién y no sabia como explicarselo. — Y¥ el caso @s que el tiempo pasaba y no se ojan todavia ni gritos, ni imprecaciones, ni protestas. Todo era entusiasmo, alabanzas y muestras de Jjubilo. Agitado por un sentimiento extrafio de furor, iba de aca para alla, se acercaba mas a los verdug0Os para @xaminarles mejor la cara, lo cual acrecentaba mas su indignacién, al verlos tan feroces y agresivos, hasta que por fin, sin saber cémo ni por donde, cayé de pronto sobre su cerebro una idea terrible, y sintiéndose avasallar por ella irresistiblemente, se escabulld del grupo, gané de cuatro saltos el piso primero y Unico de la casa, y s@ agazapé debajo de una cama, en el preciso ins- tante en que su padre decia a todos los curiosos, que no se hartaban de contemplar aquella obra de arte. —zLa habéls visto bien ya y a vuestro gusto? Pues jhala!, hospa, que son las ocho, y a las ocho y media en punto em- pieza la Misa de Jueves Santo, que es larga y con procesién. Mafiana lo veréis otra vez, y aun os gustaraé mas en la calle. A esta voz del sacristan, desalojé sumisamente la gente el salén. PocoOs minutos después se marcharon también la tia Ra~-

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