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o por Pepito Reyes 7 En esto, al pasar dé una rama a otra, se hace un lio con la vara y con la bota, le fallan los pies, y desde diez metros de altura, ;pum! ;pum! ;pum! jchas! ;al suelo! —j,Ay, Virgen Santisima! ;Ay, San Blas! ;Ay, San Roque, el del perro! ;Baldomera, corre! Acudié en seguida su mujer, preguntando toda apurada: —zZQué te pasa? —jAy, qué dolor, si Dios quiere! ;Yo me muero, si Dios quiere! Si Dios quiere, vete al instante al pueblo, y que venga si Dios quiere... —El médico, zverdad? —No, el veterinario, si Dios quiere; que ése me ha enten- dido siempre mejor, no sé por qué. —ZEs que te encuentras mal? —Mal, muy mal, si Dios quiere. Corre y no te detengas. A los quince minutos ya estaba alli, Junto a él, el veteri- nario, rodeado de cunosos, que veian al tio Blas revolverse en el suelo, presa de dolores terribles. —2Qué pasa?—le pregunté su médico de cabecera. —Que me muero, si Dios quiere. Debo de tener la pierna derecha hecha polvo. zQué le parece a usted? zMe moriré? —Usted sanara, si Dios quiere—contestd el doctor después de examinarle—; ahora que me parece que esta vez Dios no va a querer. Efectivamente, no quiso. Y el tio Blas no murié, pero se queddé cojo para toda su vida. O sea que Por surriar una noguera, que quiera Dios, que no quiere, pagé de contribucién un susto y una cojera.
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