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por Pepito Reyes 71 —De manera que a ti ya no te hacen ninguna impresién ni tumbas ni cadaveres...! —zA mi? zimpresién? ;Por dos reales dormiria con un muerto! : Y riéndose ila adolescente de muy buena gana, y estre- meciéndome yo todavia por el susto recibido, salimos del Cam- po Santo los dos. Ya supongo que mas de uno de mis lectores dira ahora para si: “Bueno, y todo esto zqué es? ;Nada entre dos platos!” —Es verdad, contestaré yo. Pero de las apariencias depen- den casi siempre las emociones del aima, mas que de la rea- lidad; y eso me sucedié a mi. Y créame, ademas, el lector que este hecho, ese caso, esa “nada” vuelve a dibujarse centenares de veces en mi imagi- | nacién, singularmente cuando llega este mes de noviembre, triste y gemibundo y veo y noto como la naturaleza se despoja de sus galas, se viste de luto y tirita de frio, cesa el canto de las aves y doblan las campanas pidiendo oraciones por tos difuntos. A favor de estas circunstancias evocadoras, siento yo que se remueve en mi interior el acervo de mis antiguas impresio- nés, y que se levanta sobre ellas y adquiere los contornos de una persona viva la figura de la Joven del cementerio, erguida, con las pupilas dilatadas y hasta con su botijo colgado de la mano, y me acuerdo del susto que me Ilevé al verla y del grito que lanoé, terminando la serie de consideraciones, que con ese motivo se eslabonan en mi cabeza, con esta reflexidn que me hace estremecer: Si la persuasiédn que tuve yo por unos momentos de que aquelio era una aparicién del oiro mundo, basté para erizarme los cabellos y helarme la sangre en las venas, cuando Dios haga desfilar por ta fantasia y la inteligencia de un condenado del inflerno o de un castigado del purgatorio, con el fin “expreso” de haceries padecer en justa pena de pecados cometidos, ideas terrorificas 0 imagenes monstrucsas y disformes, ;qué extrafios, qué inenarrables, qué espantosos seran los sufrimientos de su espintu! Qa

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