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60 Colorin Calorado Era ei paso de la noche oscura, a ta luz suave y benéfica del dia. . Tornése primero su faz, de dura, en bondadosa y coOmpa- siva, se tifid luego de carmin, que delataba su emocion, y, por fin, se empafiaron sus Ojos en lagrimas. Porque se persuadié plenamente de que aquelia carta es- crita por uno y sentida y firmada por todos era un acto de verdadera contricién y un verdadero propdésito de enmienda. ZQué mas le pedia Dios a 6! para perdonarle, cuando co- metia alguna falta? Pues habia que perdonar en seguida, como lo hacia Dios con él, y con todos los pecadores. Sus sobrinos estaban pasando por una verdadera crisis de congoja, y era necesario poner fin inmediatamente a aquella situacién. Tomé, pues, en sus manos la carta y las monedas y, sin querer ni desayunarse, se encaminé a casa de su sobrina. Los pequefios le vieron venir desde el balcén, y el corazén les did un vuelco de alegria, y cuando oyeron resonar sus pasos en la escalera, aun se alegraron més, porque se imagi- naron (y @ra verdad) que era la misericordia la que subia por ellas. : Al aparecer el sacerdote en la puerta de la sala, todos ca- yeron de rodilias, y entre gritos, gemidos y lagrimas, y tendien- do las manos hacia él, le decian: ~—jPerdén, tio, perdén! ;Seremos buenos en adelante! ; Obe- deceremos a la mama! ;Perdon, tio, perdén! D. Julla4n, mostrando todavia cierta severidad, que a la verdad no correspondia a su interior, les dijo delante de la ~ | mama y la sirvienta, que se hallaban también presentes: ~Esta bien, hijos mios. Ese dolor que manifestais y esa promesa que habéis hecho de ser buenos, son muy agradables a Dios. El os perdona seguramente, como también os perdono yo. Pero no quiero que quede esto reducido a sentimientos y | palabras. Se va a hacer, pues, lo siguiente: esta carta que tengo | =? en mis manos, se pondré en un cuadro que quedara colgado en la pared de este salén, para que os recuerde vuestras pro- mesas; y de estas 138 pesetas que me han entregado Fernando y Rufino, ja mitad se los devuelvo, pero la otra mitad ira esta ; misma tarde a manos de los pobres. zEstan conformes los In- | teresados? | Fernando y Rufino contestaron, con verdadero impetu, que si. | No solamente estaban conformes sino entuslasmados con el | castigo, porque sentian que aquella sancién les devolvia la li- : bertad y el derecho a la estimacién de su tio y de su mama. Ec:
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