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por Pepito Reyes 53 asomé la cabeza al corredor y se puso a escuchar, digamoslo asi, “el silencio” de la casa. El silencio. era completo. No se percibian mas que esas respiraciones largas y profun- das, propias del suefio, claro indicio de que los que respiraban asi andaban ya con los angelitos del cielo, 0, por lo mends, no estaban para echarle ei alto a ningun aventurero nocturno. Animado con esta persuasién, saliéd totalmente al pasillo, descalzo y en pijama, y, a la luz tenue de la luna, que penetraba por una claravoya, paso ante paso y con el mayor tiento, para que no crujiera la tarima, consiguié tlegar sin contratiempo al- guno hasta la puerta del salon. Pero ai poner el pie en el dintel le parecié percibir un ruido extrafio que Salia de aquel antro oscuro. Detivose un instante para ver si ei ruido se repetia oO era solamente un fenémeno de su imaginacién; pero el ruido volvid a sonar, y un poco mas fuerte. Atrevidse entonces a meter el cogote en la oscuridad, y no sin bastante miedo y conteniendo hasta la respiracién, pre- gunté con acento apenas perceptible: . —gQué es eso? gQuién va? zQué gente? Y he aqui que una voz extrafia, salida de aqueilas tinieblas le contesta: —Soy yo. Fernando estuvo para caerse muerto al oina, porque se ima- gino que aquella voz era la de algun ser del otro mundo que le echaba en cara la falta que iba a comeier. Sintid entonces un impetu casi irresistible de huir, esca- pandose a la cama en cuatro brincOs, pero, aunque su terror era tremendo, su curiosidad fué mayor y recogiendo el poco aliento que le quedaba, volvid a meter un poco la cabeza en lo interior del salén y pregunté dando diente con diente: —zY quién es usted? -Yo soy Rufino, dijo la voz, que he venido a comer faisan. ~—;Por vida de tu tatarabuelo! Le contesté Fernando. zAho- ra sales con eso, tio ladrén? El miedo que me has hecho pasar vale mas que tu y todos los faisanes de la India. Y como sus pupilas, acomodadas ya a fa escasisima luz del nuevo recinto, distinguieran la silueta borrosa de su hermano, sentado a la mesa, con el tarro delante y empufiando el te- nedor, . ~—Acerca por aqui un poco ese pucherete, le dijo Fernando, que sOmos ahora socios en comandita y vamos a ‘explotar el negocio, dandonos un latigazo de faisén, que haga época en la
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