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33 Colorin Colorado efectivamente, a pocos metros de alli se alzaba un edificio se- vero y de grandes proporciones, en cuya puerta se pararon los dos. El obrero de la cesta la deéjé en el suelo y apreto el botén del timbre. Conque zqué le parece a Vd. de nuestra ecasa?, dijo a su compafiero. —Crea Vd., amigo, respondié el! interrogado, que aun me — parece estar bajo Ja Influencia de alguna pesadilla. El edificio me gusta; es fuerte y capaz; aunque si los obreros son sesenta creo yo que... Y no pudo concluir, porque -le cortaron la frase, la presen- cia y la voz de un fraile joven de barba rubia que le Ilegaba a la cintura, el cual aparecié en el hueco de la puerta, dicien- do con suavisima voz “Ave Maria Purisima”. Vamos hermano, hoy viene un poco mas tarde, sin duda, porque la tarea ha sido un poco mayor. Pase, pase, que vendra cansado. Y dirigiéndose al desconocido, afiadié: “Pase Vd. también”. El obrero de la fabrica de hilados se quedé perplejo, y dijo a su compafiero, sefialando al portero: ~—“;Oiga Vd.! Pero jeso es un fraile!” ~Si, sefior, un fraile, respondié e! interrogado con la mayor bondad, y yo otro. —*“;Horror! ;Un convento!”, grité dando un paso hacia atras; y como si aquel edificio, aquelios habitos, aquel silen- cio y aquel ambiente fueran una verdadera catapulta que lan- zase a larga distancia a los enemigos de la Iglesia y de la sociedad, volvié la espalda el comunista, y desaparecid. €Enseguida el obrero de ojos azules, que no era sino el Hermano limosnero, que vestido de paisano salia todos los dias a hacer las compra’, conté a su compafiero el caso con todos sus pormenoreés, y ambos lo celebraron con muestras del mayor regocijo. Y cuando diez minutos mas tarde hacia la sefial para comer el Jefe de aquel verdadero y santo comunismo, R. P. Guardian, adn se reia como un bendito e! fraile yoven de Ia barba rubia, y deola a su cOmpafiero, el héroe del tranvia: ;Vuestra caridad es tremendo! ;Lo que se Ilama tremendo!
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