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276 Colorin Colorado ros; de lias galeras arrastradas por tres 0 cinco mulas, a paso de caracol, entre restailidos de latigo e interjecciones como bombas; en aquellos tiempos en que se segaba la mies con hoz, y no con maquina ni guadafia, entonando cantares los segadores, al ir a s@gar, segando y después de haber segado; en aquellos tiempos en que se alumbraban las calles (cuando alumbraban) con faroles de petréleo, generalmente pocos y malos; anunciaba el sereno fa hora, después de saludar a la Virgen; se viajaba a pie o en unm coche poco mayor que un cubo de sardinas, al sonido de un “chin chin” producido por los cascabeles, que du- raba siete u ocho horas, convirtiéndose, al fin, en una verdadera checa para el viajJero; sé cantaba la aurora al amanecer de todos los dias de fiesta; se rezaba el “Angelus”, interrumpiendo el partido de pelota, era cada casa una fabrica de hilados, y una hilandera cada aldeana (con paciencia, saliva y un copo de lino b se hacen prodigios) y en fin se vivia mas despacio y mas_mo- destamente, pero, en mi concepto, mejor que ahora. En es0s tiempos a que yo mé refiero no habia apenas otros “bancos” que los destinadosa sentarse 0 a trcbajar la medera; moneda acufiada, ganada céntimo a céntimo, a costa de angus- tias y sudores, iba a esconderse en seguida en el fondo del arca, y si eran onzas peluconas, no salian de alli sino para comprar la yunta de bueyes, 0 para pagar la dote del hijo que iba de “amo joven” a otra casa del pueblo, o del pueblo vecino. ‘Los r0bos y fos atracos que ahora se hacen en grande éscala, y en su mismo manantial o poco menos, se hacian entonces ai menudeo en los caminos por bandidos armados de pistolas de! quince, 0 con una escopeta de pistén cargada por ia boca, c con un palo largo, para simularla y asustar; que también se ha visto este caso mas de una vez. De aquélla época data sin duda Ia frase, “la bolsa 0 la vida”, dicha siempre en despoblado, de noche y por un tio casi siempre enmascarado y fingiendo la voz, como en los carnavales. Contandoles cuentos de rohos y ladrones espantaban enton- ces los grandes a los pequefios y si sofiaban éstos de noche, el espectro que les hacia sudar de congoja era siempre un ladrén, armado hasta los dientes. Y es que el robar en los caminos era entonces el suceso del dia, Casi todos los romances de los ciegos trataban de ladrones y robos. Y sin mas, voy al caso ya, porquesi no, me va a salir el exordio mas largo que el sermén, esar

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