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ome. por Pepito Reyes 271 no se chupara los dedos conmigo. No se los chupara. YO te Io aseguro. Ahora mismo me largo de esta casa mas Ror al trote. —gPero a donde, desgraciado? —A cualquier parte. —A ninguna, Fijate, si no. gPor donde vas a ir? 2Por ta Ca- eréra de San Jeronimo? zPor la calle de Alcala? z2Por la calle Mayor? Pues donde quiera encontraras espafioles famélicos, para los cuales eres td, a pesar de estar en los huesos, un plato exquisito. ;Comer gato! zSabes tu lo que es ahora en Madrid comer gato? Cualquiera s@fiorona que te guipe, te echa el guante y a las dos horas ya estas en la cazuela. Observa qua no se ve ya ni un solo perro por la calle, ni un solo gato por los tejados. Desengdfiate; tanto tu como yo somos ahora en Madrid un boceato di Cardinali, sobre todo en las casas de de- rechas. ~—zSi eh? Pues me alegro de saberlo, “Chucho”. Me mar- cho con tos rojos. —zZEh? 2Cémo? No digas eso, “Menino”. N, en broma to digas, que es pecado. —Pues de veras lo digo, y dé veras lo haré. Me paniian’ en la casa de Miaja o en el domicilio de la Pasionaria, y ellf, en vez de comerme, me daran bien de comer, y hasta me pondran un collar con cintas y cascabeles. —Eso es. ¥ zla honradez? ZY el patriotismo? —~Qué honradez ni qué patriotismo? Vivir es lo primero, y para vivir, comer. Me iré, si sefior. Y tu vendras conmigo. 2No es verdad, “Chucho”? Dime que si, huyamos de esta casa, corre peligro nuestra existencia, y vayamonos a los di- rigentes rojos, y alli comeremos bien y dormiremos mejor. -zYo irme con los enemigos de Espafia? zVo servir a esos desalmados? Jamas. Morir antes. No son dignos ®s0s ca- nallas de tratar con un perro como yo. Ni conmigo, ni con ningun individuo de mi raza. 2Qué perro ha hecho con sus amos ni con sus compafieros lo que ellos hacen con su Dios y con sus hermanos? Que nos lo denuncien y le formamos al instante conseéjo de guerra, y le matamos a dentelladas. péro no se dara un solo caso. Nosotros amamos a nuestros duefios, y ellos odian y blasfeman de su Dios. Nos- otros defendemos las casas de nuestros duefios, y ellos re- ducen a cenizas las casas de su Dios. Tengo mis faitas, como — cada hijo de vecino. He robado, pero nada més que cuando tenia verdadera necesidad. He matado, pero Jamas me he ensa- fiado en las victimas. Siendo asi zoémo voy a convivir con esa -

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