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270 Colorin Colorado —zA nosotros? —A nosotros dos. —Pero zquién y por qué? ~Nuestros amos, porque tienen hambre. ~—jHorror! ;Horror de los horrores! ;A mi me va a dar algo! Oye... pero... zasi... sin mas ni més? gPues en qué he- mos faltado? ¥ ademas zc6mo lo sabes tu? — Sentése el “Menino” junto a su camarada, estremecido de terror, y el “Chucho” {je hablo asi, cortando a cada instante la frase, porque del frente de la Ciudad Universitaria Illegaban entonces unas explosiones de cafionazos que hacian temblar la capital. —Hace diez minutos he estado en el comedor de los amos, dijo. ;Qué comida la suya “Menino”! Calcula. Para los sefiores marqueses y sus tres hijas, clento cincuenta gramos de len- tejas cocidas en agua, y sin otro acompafiamiento que un men- drugo de pan mas negro que el alma de Azafia. Yo, con la ca- beza pegada a la tarima y el rabo entre las patas, nada pedia. ~Cémo iba a pediries nada, si ellos no tenian ni siquiera lo necesario? ;Pues ain me ha echado el amo un poco de pan! Asi es 61 de bueno y carifioso! Al final de la comida ha dicho el sefior marqués: “Hijos mios, esto no puede seguir asi. Aun- que me duele muchisimo, no habra mas remedio que dar muer- te al “Chucho” y al “Menino” a ver si, comiéndolos a ellos, conseguimos prolongar nuestra vida hasta que entren en Ma- drid los nacionales.” —{Qué espanto! Oye, y la familia gno ha protestado al oir esto? _~Al contrario. La Carmencita ha dicho, frotandose las ma- nos: “Ay j;qué gusto! ;Ahora comeremos perro!” Y ha afiadi- do la Mercedes: “Yo creo que a mi el gato me gustara mas. —Y la marquésa, que me quiere tanto, gno ha salido en mi defensa? También la marquesa se ha acordado de ti, pare decir: “Aunque el “Menino” esta tan flaco, servira por lo menos para darles gusto a lae lentejas”. --; Bruja! ;Re tia bruja! zes0 ha dicho? De meee que gme quiere asesinar? zAsi me agradece tres afios de servicios, du- rante los cuales apenas fe he robado setenta morcillas? zZAsi me paga las innumerables veces que me he encaramado en Sus hombros, para pasarle el rabo por la cara, trepando por su vestido de seda, sin romperlo ni mancharlo? ;Yo la arafio. “Chucho”! ;Yo la mato! Aunque... no. No me conviene. Pero

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