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nor Pepito Reyes 267 —Pero zqué le choca, por vida del mismo Judas? No ve usted que es gorrin? z~No tiene usted ojos en la cara? Y ade- mas zno le esta usted oyendo “chilar”? —Ya, ya. ;Con que es gorrin y no es cabrito! Pues me que- do viendo visiones. Pero en fin, no vuelvo atras. Y jouan- to pide usted por ese cabrito ... digo, por ese gorrin? ~—Nada, que quiero ver antes los precios que corren en la plaza y alla puede usted ir a ajustar, si le da la “rial” gana. —No se enfade usted, sefior, no se incomode, que le aseguro que no he querido molestarie en lo mas minimo. Pero créame que ese cuadraépedo mirado desde aqui, a lo menos si se le echa la visual por encima de la tangente y por debajo de la hipotenusa, tiene pinta de cabrito, y yo por cabrito lo tendna. Reanud6, al oir esto, el baturro su accidentada marcha, pero completamente enfurrufiade ya, cuando he aqui que, al tocar por fin la entrada de la plaza del mercado, se le acerca pasito a paso y con mucha monada el ultimo de los conjurados que era el barbero de la villa, y le dice, hecho un caramelo, quitandose al mismo tiempo la gorra y haciéndole una profundisima reve- rencia: —Muy buenisimos dias, sefior. Y como al oir este saludo se parara el aragonés en seco, mi- rando atentamente a su saludador pero sin contestarle, e! bar- bero prosiguié: . —zTendria usted la inmensa bondad de oirme breves ins- tantes? —Diga, respondié al fin el otro. —Nada, pocas, poquisimas palabras son las que voy «a tener e! honor de dirigirle a usted, tanto que de mi discourse bien puedo afirmar con verdad que en cuanto toque a su principio tecara a su fin. —Diga Vd., pues. —Animado con ese benévolo permiso que usted me otorgea, interrogo: zAbNga usted el propdsito radical de desprenderse de esa gallarda pieza que oprime sus fornidos hombros? o de otro modo zva para la venta ese hermoso, hermosisimo ca- brito? —jMe chanfiuto en el cabrito, en la cabra que lo echo al mundo, y en toda su parentela! grité el baturro encendido en céfera y arrojando con desprecio y furia su cargamento al suelo. Y afiadié en seguida, abiertos desmesuradamente los bra- zos y mirando al animal: ; Ya no sé si es cabrito o es gorrin'

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